martes, 6 de marzo de 2012

CUBA PROBARA VACUNA PARA SIDA EN HUMANOS



Segundo ele, testes em ratos tiveram resultados positivos.
Afirmação foi feita durante conferência internacional de biotecnologia.

Do G1, com AFP
O coordenador do setor de desenvolvimento de vacinas do Centro de Biotecnologia e Engenharia Genética de Cuba, Enrique Iglesias, afirmou na segunda-feira (5) que uma vacina contra a Aids será testada em humanos em breve. De acordo com ele, testes em ratos tiveram resultados positivos.
"Uma vacina experimental contra a Aids já foi testada com sucesso em ratos. Agora nós estamos preparando uma fase muito pequena e controlada de teste clínico", afirmou Iglesias durante a Conferência Internacional de Biotecnologia de Havana. Segundo ele, pacientes soropositivos que não estão em estágios avançados da doença receberiam doses da vacina.
A vacina, chamada "Teravac-HIV-1", seria feita de proteínas recombinantes com o objetivo de "gerar uma resposta celular ao vírus HIV".
Iglesias também alertou que os testes em humanos podem não ter resultados positivos. "Até agora, já foram feitos mais de cem testes clínico [em seres humanos] com HIV [no mundo todo], e todos falharam", destacou.

Diet Can Cut Weight Tied to HIV Treatment


Diet Can Cut Weight Tied to HIV Treatment


The right diet can prevent the weight gain, fat changes, and dyslipidemia associated with treatment for HIV, researchers reported.
In a prospective randomized trial, patients who followed a diet aimed at reducing total and low-density lipoprotein cholesterol avoided the changes often linked to highly active anti-retroviral therapy (HAART), according to Jorge Ribeiro, MD, SCD, and colleagues at the Hospital de Clínicas de Porto Alegre in Porto Alegre, Brazil.
After a year of follow-up, just 21% of those in the diet group had a lipid profile compatible with dyslipidemia, compared with 68% of the control group, Ribeiro and colleagues reported in the March 13 issue of the Journal of the American College of Cardiology.
The study is the first to try to isolate the effect of diet in people just starting HAART, the researchers said. Previous controlled studies, looking at diet and exercise together in people already on treatment, found little benefit, they noted.
"These findings indicate that nutritional intervention should be considered for all patients who start HAART," the researchers concluded.
Ribeiro and colleagues analyzed outcomes for 81 patients who started treatment from March 2004 to April 2006. All were asked about their current diet during assessment for the study, and after entry all were given dietary counseling.
Those in the diet group, however, were given more detailed instruction, including individualized diets with 25% of the total calories in lipids, 15% in proteins, and 60% in carbohydrates, including 30 g/day of fiber and 200 mg dietary cholesterol.
They also got nutritional guidance, based on the National Cholesterol Education Program, from a registered dietitian four times during the year-long trial.
Analysis showed:
  • Nine of the 38 patients analyzed in the diet group had alterations in their lipid profile compatible with dyslipidemia, compared with 26 of the 43 in the control group.
  • The diet reduced the percentage of calories from fat from 31% on average to 21%, but there was no change among controls.
  • Total cholesterol was unchanged in the diet group, but rose from 151 to 190 mg/dL among controls.
  • Similarly, low-density lipoprotein cholesterol levels were unchanged among those on the diet, but increased by a mean of 85 to 106 mg/dL among controls.
  • Plasma triglycerides were reduced by diet from 135 to 101 mg/dL on average, but increased from 134 to 160 mg/dL among controls.
  • Body mass index was stable in the diet group, but increased among those in the control group, from 23.2 to 26.2, by the end of the trial.
  • All the differences were significant at P<0.001.
The researchers cautioned that the study did not have an exercise component, so the findings don't eliminate the possibility that a broader intervention might have different results.
The lipid changes that were observed are clinically relevant, according to James Stein, MD, of the University of Wisconsin School of Medicine and Public Health in Madison, Wisc.
The 15% difference between the groups in total cholesterol "would be expected" to yield a long-term reduction in the risk of cardiovascular disease of about 25% to 30%, Stein said in an accompanying editorial.
But he noted that all participants at the start of the study consumed markedly more total cholesterol than a typical American, which might have "accentuated the reductions" among those who started the diet.
Nonetheless, he argued, the findings are "an important addition to the literature and re-emphasize that dietary interventions can be as effective as low-dose statin therapy for preventing and treating dyslipidemia associated with HAART."
The study had support from the Brazilian National Council for Scientific and Technological Development, the Rio Grande do Sul Research Foundation, and the Fund for Incentive in Research of the Hospital de Clínicas de Porto Alegre.
The journal said the authors reported that they have no relevant relationships to disclose.
The journal said Stein reported being on data and safety monitoring committees for Abbott, Lilly, and Takeda.
Primary source: Journal of the American College of Cardiology
Source reference:
Lazzaretti RK, et al"Dietary intervention prevents dyslipidemia associated with highly active antiretroviral therapy in Human Immunodeficiency Virus type 1–infected individuals: a randomized trial" J Am Coll Cardiol 2012; 59: 979–88.
Additional source: Journal of the American College of Cardiology
Source reference:
Stein JH "Nutritional therapy to prevent dyslipidemia in patients starting antiretroviral therapy for Human Immunodeficiency Virus" J Am Coll Cardiol 2012; 59: 989-990.

Un experimento social aleatorizado Barrio, obesidad y diabetes

27 FEB 12 | Un experimento social aleatorizado
Barrio, obesidad y diabetes
Los resultados de este estudio plantean la posibilidad de que intervenciones clínicas o de salud pública que mitiguen los efectos del ambiente barrial sobre la obesidad y la diabetes puedan generar beneficios sociales considerables.

Dres. Ludwig J., Sanbonmatsu L., Gennetian L.
N Engl J Med 2011; 365:1509-19
  Introducción
Muchos estudios de observación indicaron que las características barriales, como la pobreza y la segregación racial, se asocian con aumento del riesgo de obesidad y diabetes, inclusive después de ajustar para factores individuales y familiares.

Estudios anteriores sugirieron varios factores responsables de la influencia sobre la salud del barrio en que se vive. Por ejemplo, cambios en la urbanización (e.g., la construcción de almacenes o de espacios donde se pueda hacer ejercicio) podrían afectar las conductas relacionadas con la salud y tener consecuencias como la obesidad. La cercanía de profesionales sanitarios podría influir sobre la detección o el tratamiento de los problemas de salud. La seguridad del vecindario podría afectar el ejercicio, la alimentación y el nivel de estrés.

No se sabe a ciencia cierta si el ambiente del barrio contribuye directamente a la aparición de obesidad y diabetes. Las personas que viven en barrios muy pobres difieren en muchos aspectos de aquéllos que viven en barrios con menos pobreza. Sólo algunos de estos aspectos se pueden medir adecuadamente en estudios de observación. Las inferencias sobre la influencia del barrio pueden ser más creíbles si se basan sobre estudios aleatorizados en los que se estimula a que personas por lo demás semejantes vivan en diferentes tipos de barrios. El proyecto Moving to Opportunity (MTO) es un gran proyecto para descubrir los efectos de las características barriales sobre una amplia gama de resultados sociales y sanitarios en familias. Con los datos del MTO, los autores estudiaron la asociación de variaciones asignadas aleatoriamente en las condiciones del barrio con la obesidad y la diabetes.
Métodos
Las secciones censales son homogéneas con respecto a las características de la población, el nivel económico y las condiciones de vida. Las secciones censales pobres son aquéllas en las que ≥40% de los residentes tienen ingresos inferiores al umbral de pobreza.

Entre 1994 y 1998 se aleatorizó a 4498 mujeres con hijos menores de 18 años que vivían en complejos residenciales públicos pertenecientes a secciones censales pobres de Baltimore, Boston, Chicago, Los Angeles o Nueva York a uno de tres grupos:

-1788 fueron asignadas para recibir vales que subsidiaban su alquiler, que sólo podrían utilizar si se mudaban a secciones censales menos pobres (donde < 10% de los habitantes eran pobres) y recibir también orientación sobre la mudanza;

-1312 fueron asignadas para recibir los vales habituales, sin restricciones y sin orientación sobre una eventual mudanza

-1398 fueron asignadas a un grupo control sin ninguna de estas oportunidades.
El análisis para este trabajo se centró en una mujer de cada familia, en general la jefa de hogar, que fue entrevistada entre 2008 y 2010.
Obtención de los datos
Los participantes del proyecto MTO respondieron al inicio a un relevamiento acerca de las personas con las que convivían, la vivienda, el barrio y sus experiencias laborales.

Tras la aleatorización, se controló a las familias a fin de determinar los resultados a largo plazo, incluidos algunos relacionados con la salud. Estos datos se obtuvieron entre 2008 y 2010, en promedio 12,6 años después de la aleatorización. Los datos relacionados con la salud fueron la talla, el peso y la hemoglobina glucosilada (HbA1c).

Criterios de valoración
Para evaluar la obesidad se empleó el índice de masa corporal (IMC): 30 o más, 35 o más y 40 o más. Se definió la diabetes como una hemoglobina glucosilada de 6,5% o más. Además, el relevamiento prolongado incluyó preguntas sobre el acceso a la atención sanitaria, la seguridad del barrio e indicadores de “eficacia colectiva” (la cohesión social del barrio).
Resultados
Se obtuvieron datos sobre el IMC en el 84,2% de los participantes y sobre la hemoglobina glucosilada en el 71,3% de los participantes. Las tasas de respuesta fueron similares en todos los grupos aleatorizados. No hubo diferencias significativas en las características basales entre los grupos que recibieron vales para las secciones censales menos pobres o vales tradicionales y el grupo control.

La frecuencia de IMC de 35 o más, IMC de 40 o más y hemoglobina glucosilada del 6,5% o más fue menor en el grupo que recibió los vales para las secciones censales menos pobres que en el grupo control, con diferencia absoluta de 4,61 puntos porcentuales, 3,38 puntos porcentuales y 4,31 puntos porcentuales, respectivamente. Las diferencias entre el grupo que recibió los vales tradicionales y el grupo control no fueron significativas.
Efectos de la intervención sobre las condiciones del barrio
La asociación entre el grupo asignado en la aleatorización y la tasa de pobreza del barrio fue significativa. Un año después de la aleatorización, la pobreza de la sección censal del grupo que había recibido vales para zonas menos pobres era de 17,1 puntos porcentuales menos que la del grupo control, para el cual la pobreza fue del 50,0% (IC del 95%, −18,6 a −15,6). Esta asociación entre los vales para zonas menos pobres y la disminución de la pobreza se atenuó con el tiempo, en parte porque las familias del grupo control eventualmente se mudaron a zonas menos pobres sin asistencia del programa MTO. Diez años después de la aleatorización, la tasa media de pobreza en el grupo que recibía los vales para zonas menos pobres era de 4,9 puntos porcentuales menos que en el grupo control, que fue del 33,0%. Sin embargo, no hubo asociación significativa entre la asignación a cada grupo y el acceso a la atención médica.
Criterios de valoración principales
A los 10-15 años de seguimiento, la asignación al grupo que recibió vales para mudarse a zonas menos pobres se asoció con disminución del riesgo de obesidad extrema y diabetes.

En el análisis para propósitos de tratamiento, las mujeres que recibían vales para la fracción censal menos pobre, en relación con las mujeres del grupo control, tenían menor frecuencia de IMC de 35 o más (−4,61 puntos porcentuales; P = 0,03) y de IMC de 40 o más (−3,38 puntos; P = 0,03), lo que representa reducciones relativas del 13,0% y el 19,1%, respectivamente Estas mujeres tuvieron también menor frecuencia de hemoglobina glucosilada del 6,5% o más, en relación con las mujeres del grupo control (−4,31 puntos porcentuales; P = 0,02), una reducción relativa del 21,6%.

Las diferencias en los resultados para el IMC y la diabetes entre el grupo que recibió los vales tradicionales y el grupo control no fueron significativas a nivel de 0,05. La diferencia en los resultados entre ambos grupos de vales no fue significativa para ningún nivel de IMC, pero hubo una tendencia hacia una diferencia significativa en la frecuencia de hemoglobina glucosilada del 6,5% o más (P = 0,05).

Los adultos que pasaron más tiempo en las secciones censales menos pobres tuvieron mejores resultados con respecto a la diabetes y el IMC.
Discusión y Conclusiones
La oportunidad de mudarse de un barrio muy pobre a otro con menor nivel de pobreza se asoció con disminuciones modestas, pero potencialmente importantes, de la frecuencia de obesidad extrema y diabetes.

La diferencia entre la frecuencia de hemoglobina glucosilada del 6,5% o más en el grupo que recibió los vales para las secciones menos pobres y la frecuencia en el grupo que recibió los vales tradicionales se aproximó a la significación. Este dato concuerda con el de estudios MTO previos en los que parámetros de resultados no relacionados con la salud sugirieron que los cambios de barrio, más que el hecho en sí de la mudanza, son responsables de esos efectos. También concuerda con los datos del presente estudio, en el que los vales para zonas menos pobres tuvieron diferentes asociaciones con aspectos del barrio que pueden afectar la salud.

Aunque se debe ser prudente y no aplicar estos resultados a poblaciones con características diferentes, el dato de los autores de que los ambientes barriales se asocian con la frecuencia de obesidad y diabetes puede contribuir a la comprensión de las tendencias y las disparidades sanitarias en los EE. UU. El aumento en la segregación residencial en los EE. UU. en décadas recientes sugiere que una mayor proporción de la población está expuesta a zonas barriales deprimidas. Asimismo es más probable que las minorías y no las personas de raza blanca vivan en estas zonas.

Los resultados de este estudio plantean la posibilidad de que intervenciones clínicas o de salud pública que mitiguen los efectos del ambiente barrial sobre la obesidad y la diabetes puedan generar beneficios sociales considerables. Los mecanismos responsables de estas asociaciones aún no son claros, pero se justifican otras investigaciones para orientar en el diseño de intervenciones barriales a fin de mejorar la salud.

♦ Resumen y comentario objetivo: Dr. Ricardo Ferreira

Identificación de arteriopatía periférica ¿Hay que tomar la presión arterial en ambos brazos?

27 FEB 12 | Identificación de arteriopatía periférica
¿Hay que tomar la presión arterial en ambos brazos?
Las diferencias de presión sistólica entre ambos brazos de 10 mm Hg o más se asoció con enfermedad vascular periférica. Revisión sistemática y metanálisis.

Dres. Clark Christopher E, Taylor Rod S, Shore Angela C, y col
The Lancet doi:10.1016/S0140-6736(11)61710-8
  Introducción

La enfermedad vascular periférica es un factor de riesgo de futuros episodios cardiovasculares y mortalidad, y se asocia con la disminución de las presiones arteriales de las piernas.

La detección temprana de esta enfermedad es importante porque las intervenciones para dejar de fumar, disminuir la presión arterial u ofrecer tratamiento con estatinas pueden reducir la mortalidad. No obstante, la mayoría de los casos son clínicamente silenciosos y para detectarlos es necesario observar un índice disminuido de presión tobillo-brazo en reposo o tras una prueba de estrés. Esta medición exige tiempo, experiencia y entrenamiento y no se efectúa sistemáticamente cuando se evalúan pacientes hipertensos en atención primaria.

Los datos sugieren que una diferencia en la presión arterial sistólica (PAS) de 10 mm Hg o más o de 15 mm Hg o más entre ambos brazos podría, al igual que la disminución del índice de presión tobillo-brazo, sugerir un mal pronóstico.

Las últimas recomendaciones de la European Society of Hypertension y la European Society of Cardiology indican que la diferencia tensional entre los brazos se debe a enfermedad vascular periférica. Aunque estas recomendaciones son las primeras que identifican esta enfermedad como la base patológica de las diferencias, no se cita ninguna evidencia que justifique esta afirmación.

Las nuevas recomendaciones sobre hipertensión del National Institute for Health and Clinical Excellence (NICE) afirman que la diferencia de menos de 10 mm Hg se puede considerar normal. La diferencia de más de 20 mm Hg entre los brazos es infrecuente, (menos del 4% de las personas) y habitualmente se asocia con enfermedad vascular.

Medir la presión braquial bilateral es fácil y se recomienda cuando se evalúa a un nuevo paciente con hipertensión. Detectar una diferencia de la PAS entre ambos brazos podría ser una manera pragmática de identificar a los pacientes de atención primaria con alto riesgo de enfermedad arterial (arteriopatía) periférica asintomática

El objetivo de este trabajo es determinar si la diferencia de PAS entre ambos brazos se asocia con estenosis de la subclavia homolateral demostrada por arteriografía en el brazo que tiene la presión más baja, con enfermedad vascular periférica o cardiovascular y con mayor riesgo de mortalidad cardiovascular o por todas las causas.
Métodos
Se efectuó una revisión sistemática en las bases de datos Medline, Embase, Cumulative Index to Nursing and Allied Health Literature, Cochrane Library y Medline In Process de los trabajos publicados desde la fecha de inicio de cada base de datos hasta el 31 de Julio de 2011. Se incluyeron los estudios de cohortes o los estudios transversales sobre las diferencias tensionales entre los brazos en cualquier población adulta (≥18 años) con datos para enfermedad vascular central o periférica, o muerte.
Resultados
Se identificaron 28 estudios que reunieron los criterios de inclusión y 20 de ellos, que publicaban datos cuantitativos, se incluyeron en el metanálisis. Estos estudios eran de grupos con aumento del riesgo cardiovascular -eg, pacientes sometidos a cirugía cardíaca o arteriografía o con vasculopatía periférica. Sólo nueve trabajos estudiaron cohortes no seleccionadas o de atención primaria.En cinco estudios invasivos con estenosis asintomática de la subclavia demostrada con arteriografía (oclusión >50%), la media de la diferencia de la PAS entre los brazos fue de 36,9 mm Hg.
En los pacientes con diferencia de 10 mm Hg o más ésta se asoció fuertemente con estenosis de la subclavia. En los estudios no invasivos, los datos conjuntos mostraron que la diferencia de 15 mm Hg o más se asoció con enfermedad vascular periférica (nueve cohortes; RR 2,5, IC del 95% 1,6-3,8; sensibilidad 15%, 9-23; especificidad 96%, 94-98); enfermedad cerebrovascular preexistente (cinco cohortes; RR 1,6, 1,1-2,4; sensibilidad 8%, 2-26; especificidad 93%, 86-97); y aumento de la mortalidad cardiovascular (cuatro cohortes; índice de riesgo [IR] 1,7, IC del 95% 1,1-2,5) y mortalidad por todas las causas (IR 1,6, 1,1-2,3). Una diferencia de 10 mm Hg o más se asoció con enfermedad vascular periférica (cinco estudios; IR 2,4, 1,5-3,9; sensibilidad 32%, 23-41; especificidad 91%, 86-94).

Comentarios y Conclusiones
La diferencia en la PAS de 10 mm Hg o más o de15 mm Hg o más entre los brazos se asocia con enfermedad vascular periférica con baja sensibilidad, pero alta especificidad. Este hallazgo es similar para los diferentes métodos de medición o de diagnóstico, tanto para las cohortes de pacientes ambulatorios como para las de pacientes hospitalizados. La diferencia de 15 mm Hg o más se asocia también con enfermedad cerebrovascular. Datos de estudios prospectivos mostraron que la diferencia de 15 mm Hg o más se asocia con aumento de la mortalidad por todas las causas y cardiovascular.

Un metanálisis mostró que la prevalencia de una diferencia en la PAS de 10 mm Hg o más entre los brazos es aproximadamente el doble cuando el diagnóstico se basa sobre un par de mediciones, emplea un enfoque secuencial o mediciones manuales en lugar de automatizadas. Sólo 12 de los 28 estudios de esta revisión emplearon el método de referencia de varias mediciones simultáneas. Por eso no se puede asegurar la exactitud de la clasificación en los demás estudios. Los análisis de subgrupo, sin embargo, indicaron poca diferencia entre ambos métodos.

La disminución de los índices de presión tobillo-brazo se relaciona fuertemente con evidencia arteriográfica de enfermedad de los grandes vasos de la pierna. La prevalencia de arteriopatía de los grandes vasos en norteamericanos de raza blanca (media de edad 66 años) es del 11,7%, pero hay gran subestimación si se la determina sólo por los síntomas de claudicación.

Varios de los estudios incluidos en este trabajo indicaron asociaciones independientes y significativas de la diferencia tensional entre los brazos con la disminución de la presión tobillo-brazo, o bien relaciones negativas de magnitud de la diferencia entre los brazos con la presión tobillo-brazo. Los datos de este trabajo refuerzan la hipótesis de que la diferencia se debe a vasculopatía periférica y puede así ser un signo importante; la asociación de una diferencia de 15 mm Hg o más con evidencia arteriográfica de enfermedad carotídea o del cayado aórtico apoya aún más este concepto.

Los estudios epidemiológicos a futuro sobre la diferencia entre los brazos deberían emplear un método de medición simultánea y repetida.

Aunque la arteriopatía periférica asintomática es frecuente entre pacientes con enfermedad coronaria, no se identificó una asociación entre la enfermedad coronaria y la diferencia de la PAS. Sin embargo, se registró una asociación entre el aumento de la mortalidad cardiovascular y por todas las causas, lo que sugiere que la diferencia tensional indica aumento del riesgo cardiovascular similar a la disminución del índice de la presión tobillo-brazo.

La identificación de arteriopatía periférica permite efectuar intervenciones y podría mejorar los resultados. La pesquisa en atención primaria es factible, pero no está difundida.

La prevalencia global del trastorno en este estudio fue del 12-15%. Estas cifras son semejantes a las de otras estimaciones publicadas, lo que implica que estos datos se podrían generalizar.

Las altas especificidades comunicadas aquí sugieren que la detección de la diferencia sería útil en evaluaciones ideadas para identificar el trastorno en los pacientes con más alto riesgo.

La prevalencia de la diferencia en cohortes extrahospitalarias en esta revisión sugiere que menos del 5% de los pacientes necesitarían esta determinación si se adoptara un punto de corte de 15 mm Hg. El aumento de la mortalidad con este límite avalaría esta intervención.

Tres estudios prospectivos indicaron mayor mortalidad cuando había diferencia en la PAS. Las cohortes de estos estudios se reclutaron entre pacientes con patología vascular y renal o pacientes de atención primaria con hipertensión. Sólo una cohorte se podría considerar representativa de una población más amplia.

Por lo tanto, esta revisión sugiere que la diferencia de la PAS entre ambos brazos es un factor pronóstico independiente de episodios cardiovasculares y muerte en poblaciones con alto riesgo cardiovascular, pero esto no se puede generalizar a pacientes sin factores de riesgo cardiovascular.

El síndrome de robo de la subclavia debido a estenosis de la subclavia generalmente se asocia con una diferencia de la PAS de 10 mm Hg o más entre los brazos. Es importante detectarlo cuando se evalúa a los pacientes para una derivación aortocoronaria a fin de evitar la angina de pecho debida a este síndrome cuando se emplea la arteria mamaria interna.

Se han propuesto diferencias de 10-16 mm Hg como valor límite para seleccionar pacientes para arteriografía de la subclavia a fin de excluir la estenosis antes de la operación.

No está claro cuál es la diferencia clínicamente importante en la PAS entre los brazos. Sin embargo, la diferencia se asoció con mayor probabilidad de vasculopatía periférica y con diferencias prospectivas en la supervivencia. Son necesarias más investigaciones para determinar el límite superior de lo normal de las diferencias entre los brazos.

Se necesitan también más estudios en poblaciones extrahospitalarias para determinar si estos datos se pueden generalizar. Las recomendaciones continúan mencionando una diferencia de 10 mm Hg o más como rara, sin embargo los estudios de los autores sugirieron que la prevalencia es entre el 10% en pacientes diabéticos y el 20% en la población general y en pacientes hipertensos.

En conclusión, los datos de este estudio sugieren que una diferencia de la PAS de 10 mm Hg o más o de15 mm Hg o más entre los brazos podría contribuir a identificar a los pacientes que necesitan evaluación vascular. Una diferencia de 15 mm Hg o más podría ser un indicador útil de riesgo de vasculopatía periférica asintomática y mortalidad. Los hallazgos de este estudio se deberían incorporar a futuras recomendaciones para la hipertensión y para la medición de la presión arterial a fin de justificar la medición bilateral de la presión en los brazos y para promover la pesquisa dirigida para vasculopatía periférica y el tratamiento intensivo de los factores de riesgo en personas con una diferencia demostrable de la PAS entre ambos brazos.
♦ Resumen y comentario objetivo: Dr. Ricardo Ferreira

CUIDADO EN VIH/SIDA 5-03-2012


HIV/AIDS Clinical Care

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HIV/AIDS Clinical Care for March 5, 2012

SUMMARY AND COMMENT
Most of the failures are due to suboptimal adherence.
Reviewing: Ajose O et al. AIDS 2012 Feb 4;
SUMMARY AND COMMENT
March 5, 2012 | Keith Henry, MD
Adding renal, liver, and hematologic markers to age, CD4-cell count, and viral load modestly improved risk prediction. Further incremental improvements were seen with the addition of inflammatory biomarkers.
Reviewing: Justice AC et al. Clin Infect Dis 2012 Feb 15;
SUMMARY AND COMMENT
March 5, 2012 | Rochelle P. Walensky, MD, MPH
A modeling analysis suggests that it can save both lives and money.
Reviewing: Granich R et al. PLoS ONE 2012 Feb 13; 7:e30216
FEATURE
March 5, 2012
Dr. Paul Sax describes how his institution is handling PEP in his blog HIV and ID Observations.
Free Full-Text Article
Summary and Comment

High Rates of Virologic Failure Among Patients on Second-Line ART in Resource-Constrained Settings

Most of the failures are due to suboptimal adherence.
A growing number of HIV-infected patients in resource-constrained settings are now on second-line antiretroviral therapy (ART), but little is known about outcomes in such patients. To that end, researchers conducted a systematic review of 19 studies involving 2035 patients on second-line ART in Botswana, South Africa, Malawi, Uganda, Tanzania, Cambodia, Thailand, and rural China.
The cumulative pooled proportion of patients with virologic failure on second-line ART was 22% at 6 months, 27% at 24 months, and 38% at 36 months. Mortality rates after 12 months of second-line therapy ranged from 5% to 11%.
Only five studies assessed the potential role of adherence in second-line treatment failure, but they were consistent in showing that patients with poor adherence had a significantly increased risk for failure. Drug resistance mutations were assessed in 78 patients with virologic failure and were found to be relatively uncommon: 20 patients (26%) had resistance to nucleoside reverse transcriptase inhibitors, 21 (27%) had resistance to nonnucleoside reverse transcriptase inhibitors, and 14 (18%) had resistance to protease inhibitors.
Comment: Despite some limitations of the data, including different definitions of failure among the studies and limited sample sizes, this systemic review shows that almost a quarter of patients have virologic failure within the first 12 months of second-line ART. Suboptimal adherence seems to be the main contributing factor, leading the authors to stress the importance of better adherence support, particularly for patients with virologic failure on first-line regimens. This study is a wake-up call because it suggests the potential for a scenario similar to what we've seen with tuberculosis — an inexorable progression toward widespread resistance to second- and third-line treatment.
Published in Journal Watch HIV/AIDS Clinical Care March 5, 2012
Citation(s):
Ajose O et al. Treatment outcomes of patients on second-line antiretroviral therapy in resource-limited settings: A systematic review and meta-analysis. AIDS 2012 Feb 4; [e-pub ahead of print]. (http://dx.doi.org/10.1097/QAD.0b013e328351f5b2)

domingo, 4 de marzo de 2012

Duration of Diabetes Raises Stroke Risk



Duration of Diabetes Raises Stroke Risk

The risk of ischemic stroke increased by 3% for each additional year a patient had diabetes, researchers found.
Compared with nondiabetics in the longitudinal study, those who had the disease for at least 10 years had a threefold higher stroke risk (HR 3.2, 95% CI 2.4 to 4.5), Mitchell Elkind, MD, of Columbia University in New York City, and colleagues reported online in Stroke: Journal of the American Heart Association.
Although stroke rates have been dropping among diabetics, more people are developing the disease -- and at younger ages -- because of the obesity epidemic. That means that the stroke burden is growing heavier, particularly as the population ages and people live longer.
"It is thus important to better understand the dynamics between diabetes, time, and stroke, and to emphasize the importance of interventions to prevent early diabetes," the authors wrote. "Minimizing the number of years a patient has diabetes would help combat the increase in stroke risk with each year of the disease."
Elkind and colleagues examined data from 3,298 individuals participating in the Northern Manhattan Study who had never been diagnosed with a stroke. The average age was 69. Half of the participants were Hispanic, 21% were white, and 24% were black.
About one-fifth (22%) had diabetes at baseline and another 10% reported new-onset diabetes during an average follow-up of nine years.
There were 244 ischemic strokes recorded during the study.
After adjustment for demographics and cardiovascular risk factors, ischemic stroke was predicted by the presence of baseline diabetes (HR 2.5, 95% CI 1.9 to 3.3) and diabetes as a time-dependent variable (HR 2.4, 95% CI 1.8 to 3.2), which takes into account the development of diabetes during follow-up.
The researchers had hypothesized that incorporating incident diabetes would change the magnitude of the association, but it did not, possibly because these older individuals already had a high cardiovascular risk burden at baseline that did not change much with the development of diabetes.
Other possible reasons incident diabetes did not improve risk prediction included greater compliance with therapy among those newly diagnosed, a shorter duration of diabetes among the incident cases, which might not be long enough to translate into a higher stroke risk, and the potential for missing cases during follow-up because of the use of self-report.
Compared with nondiabetics, the risk of ischemic stroke was similar for those who had diabetes for up to five years (HR 1.7) and those who had the disease for five to 10 years (HR 1.8). The risk was greater for those who had diabetes for a decade or more (HR 3.2).
The growing stroke risk that accompanies a longer duration of diabetes could be mediated through several mechanisms, according to the researchers:
  • Greater carotid plaque thickness
  • Accelerated microvascular and macrovascular complications from long-term hypertension
  • Greater risk of microalbuminuria, which has been shown to be a risk factor for stroke in patients with diabetes
  • Endothelial dysfunction
  • Abnormalities in fibrinogen and clotting mechanisms
The finding "warrants steps to institute long-standing and sustainable lifestyle changes for primary prevention and appropriate long-term management after diagnosis," the authors wrote.
They acknowledged some limitations of the study, including the lack of information on fasting blood glucose and glycated hemoglobin during follow-up and possible confounding of the association between diabetes duration and stroke risk by age.
The Northern Manhattan Study is funded by a grant from the National Institute of Neurological Disorders and Stroke.
The authors reported that they had no conflicts of interest.
From the American Heart Association: